jueves, 13 de octubre de 2011

De una progresiva retirada de la verdad en el mundo


Encandecer: Del lat. incandescere. Hacer ascua hasta que quede como blanco de puro encendida.
Cómo alegra el día, sin querer, encontrarse en el diccionario definiciones tan amplias. Así he comenzado el día, enamorándome de una palabra. Encandecer. Quiero hablaros del Amor, o mejor dicho: quiero hablaros otra vez del Amor, del primero.

Albert Camus dijo que la verdadera desgracia es no saber amar. En esto argumento toda mi infeliz experiencia. Unas veces no he sabido amar, las menos. Otras veces, no me han sabido amar, la más importante, la primera. Infeliz. Una vez, en clase de teoría de la literatura, el segundo año de Universidad, la profesora me llamó infeliz y quedé bautizado en esta extraña religión. (No quiero extenderme en esta larga historia y en todo lo que vino después, que fue, por qué no decirlo, una causa muy dichosa). Yo todavía no lo sabía pero iba a gustarme mucho ser un infeliz.

El amor... Una brasa encandeciendo muerte,
pero sólo aquel nombre que hizo amarga tu vida.
P. García Baena
Aquí uno de los motivos que ha propiciado esta entrada. Y digamos, por ser extremadamente finos, que en el segundo verso de este poema se aloja el otro motivo. Voy a quitarle dramatismo: no es sólo un nombre lo que ha hecho infeliz o amarga mi vida. Sería un honor injusto responsabilizar de todos mis males a un nombre, ¿cómo era aquéllo de Saint-Exupery de que al primer amor se le quiere más y a los siguientes se les quiere mejor? De esto, he sido víctima, pero víctima necesaria como verdugo necesario que fui. Pues eso.

Sucedió allá por los primeros años de este siglo. Reconozco que no era el amor y me seducían los ojos letales. Otoño, como ahora, y apenas pude saludar cuando caminaba militante hacia la salida de un centro comercial por entre todas las pestes del mundo. Después las horas más brillantes de mis días, el serrallo dorado de Italia, la lluvia esmeralda de un septiembre de lágrima y la noche silente de las bocas... Me enamoré por costumbre. Mejor por frecuencia.

Llegaron más tarde las otras lágrimas y gemía a otros cuerpos, no solamente yo.  Me hablaba con las palabras del trapecista, con el titubeo miedoso de quien intuye el fárrago. De pronto, una progresiva retirada de la verdad en el mundo. La mentira inundó con nocturnidad, reincidencia y en los arrabales de lo decente. Volviendo al principio, que el amor no sea brasa encandeciendo muerte.

Por costumbre también se puede dejar de amar. Lo mejor es que ya estoy preparado para hacerlo mejor aunque tú ya sé que no.

Salud.

3 comentarios:

  1. Lo primero, agradecerte vocablos; Encandecer, farrago.
    El primero comprende por si solo mas de un poema, vasto sentido.
    De modo que;
    Amar mas, encandeciendo muerte, muerte de un solo nombre.
    O el amor como nostalgia de lo que paso, puro dolor que nos asta.
    Vallejo (siempre Vallejo) nos propone otra lectura;
    "trae por la mano a tu dulce personaje, y vivamos un instante la vida a dos vidas, y dando una parte a nuestra muerte"
    O el amor como consumacion del ser, aqui y ahora, engendrando en si la muerte, encandeciendo vida en fin.
    Bueno, es solo una inversion de la cadena; en cualquier caso a mi me parece sugerente.
    Muy bueno el articulo, por cierto.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Me alegra saber que cumplen una función estas letras, pero no en el sentido estructuralista... Entiéndaseme bien.

    Estoy leyendo un estudio que tenía pendiente de Vallejo. De un amigo de una amiga. Casualmente voy a desvirgarlo yo, al libro.

    Inevitablemente, escribiré algo en su honor y en el de vos, muchacho francés.

    Me hacen feliz siempre tus palabras, lo sabes.
    Abrazos!

    ResponderEliminar